Si solo se tratara de llaves, de tener las correctas para abrir y cerrar las puertas.
Pero esta casa, la mía, es tan poco previsible. Cambia de lugar. Se mueve y se transforma, se vuelve inaccesible por donde antes podía ingresar.
Y si no veo el cerrojo, ¿para qué me sirve la llave?
No hay certezas que duren. Nunca la misma puerta, ni las mismas llaves. Y los caminos de ayer, como aquellos que dibujaba de niña hacia la puerta de entrada, no son más los de ahora. No me conducen a ella ni me permiten entrar.
Una y otra vez, recrear las rutas para poder llegar, explorar sus límites y reencontrar el acceso.
La casa como si fuera mi cuerpo, una estructura de carne y hueso, viva y vulnerable donde puedo resonar.
En constante movimiento salgo de mi zona de confort. En esa vulnerabilidad, continúo.
Lo importante es seguir, aun sin saber hacia dónde vas.
Photo: Jean-Luc Tanghe
Dans le cadre de la résidence de recherche / collectif KMT
Avec le soutien de La Roseraie